Hace apenas una semana quedaba con una amiga a comer en el típico sitio de mi zona. He comido allí muchas veces. Pero entramos y casi al sentarnos va y suena “Take on me” de A-Ha. Supongo que la conoces. Y si no, tienes la suerte de escucharla hoy por primera vez. Temazo donde los haya. Y es que, además, para mí tiene una conexión directa a mi corazón y a mi cabeza para -esté donde esté, escuche donde la escuche- teletransportarme a un momento concreto de mi vida: una tarde de septiembre de hace ya 25 años. Regresiones que dicen algunos, BSO de mi vida personal lo llamo yo.
Como siempre, acabamos pidiéndole la cuenta y la playlist que sonó durante aquella comida al camarero. Ya te he dicho que Spotify es mi máquina del tiempo.
Esta intro era por explicarte el título de la NL de este mes. Pero yo venía a contarte una reflexión que se ha quedado conmigo en estos últimos días sobre el miedo. El miedo es la emoción más temida.
«No hay que temer nada en la vida, solo comprenderlo. Es momento de comprender más para temer menos» (Marie Curie)
Prepararse antes y abrazarlo cuando llegue. El miedo te mantiene vivo. A ver, te explico. Yo creo que mi mayor miedo es perder a un ser querido. Me da algo, vamos. Hace muchos años que no me pasa (y claro, te acostumbras), pero podría pasar en cualquier momento. Y no es que no me roce con la muerte, evidentemente sí. Pero no en primer y segundo grado de sanguinidad/afinidad (según lo que estudié en el Código Civil).
Yo me digo a mí misma que intento prepararme, pero no es verdad. No sé cómo se prepara una para eso, porque no sé prepararme para algo que nunca quisiera que ocurriese. Pero es verdad que ese miedo me mantiene viva (de un tiempo a esta parte, más), porque me lleva a actuar pensando: si puedo hacerlo hoy, ni de broma lo dejo para mañana.
También es verdad que existen miedos reales y miedos imaginados, lo que nos atormenta y lo que nos atemoriza.
«Sufrimos más a menudo por lo que imaginamos que por lo que sucede en la realidad. Ciertos acontecimientos nos atormentan más de lo que deben, otros antes del tiempo debido, otros cuando no deberían atormentarnos en absoluto; o aumentamos el dolor, o lo anticipamos, o lo imaginamos». (Séneca)
Esta división te permite (pre)ocuparte de lo importante. Todos los miedos parecen apuntar a un mismo lugar del que no se habla lo suficiente. Se dice que hay dos vidas y que la segunda empieza cuando te das cuenta de que solo hay una. Tener miedo a morir es tener miedo a renunciar. Acepta que algún día morirás, que no vas a poder vivirlo todo. La muerte te enseña que la renuncia es parte de la vida, la otra cara del compromiso. Cuando dices que sí a ese proyecto, dices que no a todo lo demás.
Y ya que estamos hablando de proyectos, te comparto un concepto que he descubierto y me ha gustado: el vision board personal. Se lo explica Ana Brito a Pablo España en este video. Sirve para trabajar tu yo del futuro (qué trascendentales nos estamos poniendo en esta NL, madre mía). La idea es pararte, por ejemplo, 2 veces al año y hacer una carta donde proyectes los próximos 6 meses. Escribes la carta, en presente, de cómo es tu vida dentro de 6 meses. Cuentas qué cosas han pasado en esos meses. Y pones los proyectos (en cualquier ámbito) que quieres que pasen. Además, coges un lienzo (en físico o en digital) donde vas poniendo recortes, fotos, enlaces, etc. sobre los objetivos que te has marcado en la carta. Y lo tienes a la vista para verlo durante esos meses. Un requisito es que cuando escribas la carta: te creas de verdad lo que escribes, como si ya lo hubieras conseguido. Por eso, al mirar el vison board te ayuda a pensar: “es que esto va a llegar, esto va a pasar”.
Las únicas reglas para hacer el vision board son:
1. Debe ser privado. Esto es para ti, no para nadie más.
2. Todo vale. No te preocupes si es demasiado ambicioso o demasiado extraño. Todo lo que te inspire o te entusiasme va en el vision board. ¿Qué quieres de tu vida? ¿Adónde quieres ir? ¿Qué quieres hacer? ¿En qué tipo de entorno quieres vivir? Guárdalo en tu mente. Observa qué patrones surgen. Piensa en los pequeños pasos que puedes dar para alcanzar tu visión. Luego, hazlo.
A mí esta idea me sirve para ir en serio a por algo. He leído de Romano Guardini que “si alguien va o no en serio, es algo que no se ve en las grandes decisiones, sino en las tareas pequeñas de cada día. Ir en serio, afrontar la realidad con pensamientos grandes, quiere decir informar con ese mismo espíritu la propia vida cotidiana en las mil pequeñas ocasiones que se presentan todos los días”.
Leía también, hace unos findes, una reflexión de Enric Sánchez sobre la autoestima. Y cuántas formas hay de confundirla. Cuántos disfraces es capaz de ponerse a lo largo de la vida. No puedo estar más de acuerdo:
La autoestima no es el reconocimiento. De hecho, quizá es justo lo contrario. La autoestima es cuánto nos queremos solo por ser quien somos. Es lo bien que nos caemos. Es soportarnos a pesar de todo. Con las cosas buenas que ve todo el mundo y las cosas malas que solo sabemos nosotros.
Siempre me ha parecido curioso que muchas de las personas mejor aceptadas socialmente: los guapos y las guapas, los que tienen éxito, los que desbordan talento en algo o los más inteligentes, suelen ser los que, cuando ahondas un poco, tienen la autoestima más débil. Pero si te paras a pensar, tiene todo el sentido del mundo. Si desde pequeño te han dicho siempre lo maravilloso que eres, no has tenido tiempo de decírtelo tú. Y cuando dejan de decírtelo, lo echas de menos. O si la gente siempre aplaude todo lo que haces, acabas necesitando ese aplauso externo para sentir que vales. Cuando todo viene de fuera, aunque sea mucho, no alimenta la autoestima, sino el ego. Y el ego es insaciable. Siempre quiere más y siempre tiene miedo a que se olviden de él.
La autoestima no necesita que seas bueno en algo ni el mejor en nada. Ni que todos se giren a mirarte cuando pasas a su lado. La autoestima no necesita aplausos, ni contratos millonarios, ni audiencia, ni likes. La autoestima solo necesita conocerse y aceptarse. Porque no se puede querer a alguien que no conoces, aunque ese alguien seas tú mismo.
La reflexión más elegante sobre la autoestima que he leído hasta ahora. Por cierto, la elegancia, un concepto interesante. De hecho, he leído a Álvaro García en su Jardín Mental que elegante viene de eligĕre en latín, es decir, elegancia y elegir son palabras emparentadas. La persona elegante es la que sabe elegir. Elegancia es tener criterio. Saber lo que quieres.
Si tienes criterio formado, no hay millones de opciones, solo unas pocas que se ajustan a lo que tú buscas. Quedarán 3 ó 4 opciones que sobresalgan en ese aspecto.
Sin criterio propio es muy tentador elegir lo que los demás eligen, como la veleta que sigue al viento sin importar a donde vaya. En España se dice: “¿Dónde va Vicente? Donde va la gente.”
No es más libre quien tiene más opciones, sino quien mejor elige entre las que tiene. No es cuestión de cantidad de opciones, sino de calidad en la elección.
Me estoy dando cuenta mientras te escribo, que yo micro-leo un montón. Leo pequeñas reflexiones de gente que escribe otras NL y a lo tonto podría hacerme una biblioteca de micro relatos. Y entre lo que leo, lo que pienso y lo que me pasa escribo esta NL. Empecé a escribirte hace ya 21 meses, con el fin de que todo esto que recojo a diario no me pase desapercibido y pueda compartirlo con alguien más. Contigo en este caso. Y es que pienso que lo cotidiano es lo personal, lo inherente a la vida de cada cual. Y está formado por millones de detalles que hay que saber parar para verlos. Lo aparentemente nimio. Lo carente de importancia, las piezas del puzle de cada cual que se dan por sentadas. Las tonterías que parecen casuales pero sin las cuales algo en la vida cojea.
Quiero parar y darme cuenta, porque el grueso de nuestra existencia es lo cotidiano, lo que no se alcanza a ver si te abruma la rapidez. Y es un desperdicio no esforzarse en entrenar esa mirada, levantando el pie del acelerador, porque el resultado de ese dejarse llevar por las prisas es una vida menos sorprendente. Una vida plana, agobiante y sin matices. Y ya sabes que la vida crece entre los matices.
Pero bueno, todo lo que escribo es mi punto de vista o el punto de vista de otra persona al que me suscribo. Yo te lo comparto, pero no siempre sé lo que piensas tú.
Y ya sabes que un punto de vista es limitado en sí mismo. Es una visión singular del paisaje. Solo cuando se combinan miradas complementarias sobre la misma realidad podemos tener un acceso más completo a la verdad de las cosas. Esa es la naturaleza de una verdadera visión: une los puntos de vista ya conocidos y muestra otros que se ignoraban hasta entonces, permitiendo que entendamos que todos son, de hecho, parte de lo mismo.
Decía Ortega y Gasset que “la perspectiva es uno de los componentes de la realidad. Lejos de ser su deformación, es su organización”. Yo sé que no veo lo mismo que otros porque no miramos desde el mismo punto de vista, ni desde las mismas circunstancias. “El paisaje solo estará completo si se comparten los puntos de vista, las perspectivas de cada uno. El paisaje se organizará en el diálogo y será el resultado de la puesta en común. El perspectivismo, a diferencia del relativismo, no nos deja encerrados en nuestra absoluta verdad, porque entiende que la realidad es siempre más profunda y por eso solo se nos da en escorzo. La colaboración entre perspectivas, la suma de puntos de vista plurales, es lo que organiza la verdad”.
Te dejo algunos bonus tracks para este mes:
Javi Cascón compartió en redes un consejo digno de ser mencionado en la NL (por cierto, se acaba de casar, así que aprovecho para darle también mi enhorabuena!):
Dos podcast descubiertos este mes. Vidas Contadas, de Enric Sánchez: conversaciones tranquilas con un personaje que tenga algo interesante que contar. Y un episodio muy brutal si te gusta la publicidad. Mejor dicho, si tienes lovemarks. Toni Segarra habla con los de Nude Project. Son 100 minutos de grabación, sí: es ver una peli o escucharles a ellos. Perfecto para un trayecto largo. Pero ya sabes que una buena conversación es como un viaje.
Esta canción que me descubrió una amiga y me parece una declaración de intenciones en la amistad: