Que ya es 10 otra vez. Me pillas recién llegada de Roma, pero eso realmente te lo contaré el próximo mes, porque pertenece a mayo. Y en este NL hablo de lo que pasa a mes vencido. No me preguntes por qué. Se va creando un código a medida que te escribo cada mes. Unas costumbres. Como la de que el título del post sea siempre en inglés. O que intente ajustarme a los 10 minutos de lectura, o que te llegue el día 10 de cada mes a las 20:00h. Yo no lo tengo premeditado. Simplemente esas costumbres se van transformando en decisiones, decisiones firmes.
Como este gran consejo reversible en el amor: “Enamórate y no le dejarás. No le dejes, y te enamorarás”. ¿Qué va antes? Simplemente hay distintos caminos para llegar al mismo término.
Este tipo de detalles van forjando el estilo del NL (newsletter, para quien acabe de llegar por aquí).
Hace unos años leí un libro en el que al protagonista le daban una lista de “reglas” para ser todo un caballero. No pongo el título del libro porque no recuerdo si exactamente la historia es como te la estoy contando… quizás no recuerdo bien el contexto, pero me gustó tanto la lista que “la hice propia”. Es decir, la publiqué en mi cuenta personal de instagram que es equiparable a firmar una declaración fundamental de principios y la imprimí en un folio para colgarla en mi habitación. Lo fuerte es que cuando me mudé de Canarias a Madrid1 me traje ese folio como si de mis diez mandamientos se tratara.
Son consejos que me ayudan y me gustan. En ese orden: me ayudan y por eso me gustan. Y tengo que tenerlos a la vista porque a veces se me olvidan. Más bien “muchas veces”.
Supongo que a ti también te pasa que lees algo y te gustaría “tatuártelo”, no en el sentido literal de la palabra (o sí😏). Yo para eso me hice la cuenta de @bandixit : recojo frases que he leído.
Pero hay veces que no es sólo una frase, sino un capítulo de un libro. Historias con las que me identifico en algo y ya conecto del todo con el autor. Eso me pasa mucho con las historias de Javier Aznar. Hay una en particular que se titula “Maneras de vivir”. Ahora mismo tengo el dilema de si copiártela aquí mismo para que la leas o resumírtela. Lo primero haría que llegásemos de golpe a los 10 minutos de lectura, y claro, me quedo sin contarte más cosas. Y lo segundo no se me da muy bien. Resumir algo que me gusta mucho me cuesta la vida. Es más, creo que debería estar prohibido. ¿Resumir un rato de felicidad? No, gracias.
Así que opto por la tercera vía: copiarte aquí la manera en que acaba la historia. Supongo que eso hará de anzuelo para que la busques y te la leas entera o para que te compres su libro (sólo tiene uno) y te leas todas sus historias: reales, por cierto.
Aquí va:
“Y el mundo, en fin, siguió girando. Pero yo siempre, siempre, siempre que voy a una máquina de Coca-Cola aún meto la moneda y aprieto frenéticamente el botón. No puedo cambiar. Ni quiero. Son Maneras de vivir, que cantaba Rosendo. Jamás me han vuelto a caer dos Coca-Colas. Pero yo sigo. En mis trece. Erre que erre. Siempre. Sin excepción. Por si un día caen dos.
Quién sabe. No me llames iluso porque tenga una ilusión. Es curioso que tras tantos años, tras tantas cosas en mi vida, uno siga aferrado a los rituales de la infancia. Como si esos rituales ordenasen el caos del mundo. Como si fueran un tablón de madera al que agarrarse tras el naufragio. En la vida uno puede ser de los que aprietan o de los que dejaron de apretar. Yo sigo apretando. Y sigo creyendo que algún día pueden volver a caer dos latas. Aprieten, siempre aprieten. En lo que sea. En lo que hagan. Como locos, como niños, como si les fuera la vida en ello.”
Bueno, y si seguimos con los “rituales” de este NL, tengo que explicarte entonces el título de este post: Solonely.
En realidad desde enero llevaba-queriendo-contártelo (no estoy segura de haber formulado bien esta frase: tres verbos seguidos son muchos verbos, no?). O sea que pensé: en algún momento debería contar “lo de Solonely”. A ver, que no es nada del otro mundo. Pero a veces pienso que es mi “unspeakable secret” o algo que confirma que soy capaz de ser leal de por vida a cosas tan absurdas como una canción.
Era el año 2000 y en España se emitió la primera edición de Gran Hermano (adelanto que la historia va a mostrar una parte muy adolescente de quien te escribe). Las primeras ediciones de un programa suelen tener algo de “momento histórico”, y ya sabes: hay que estar ahí. Es el mejor argumento que se me acaba de ocurrir para que dejes de pensar en las pérdidas de tiempo que tengo en mi vida.
La cosa es que, por lo que sea, ese verano yo vi la final de Gran Hermano. Y me acuerdo del tipo que ganó, un gaditano muy simpático y muy normal, medio surfer, medio guapo (teniendo en cuenta el percal y que mi sentido del gusto no estaba aún muy desarrollado porque tenía yo 16 añitos… fiera). Pero de lo que realmente me acuerdo es del momento en el que salió de la casa sonando de fondo esta canción de “The Police”: Solonely.
Y fue un match a primera vista. Y a primera escucha. Supongo que por la emoción del momento que en tv se agiganta, porque era verano y mi cabeza estaba más receptiva… por lo que fuera.
El caso es que la empecé a escuchar en blucle. EN. BUCLE. El bucle de una adolescente en verano puedes imaginarte que era más bucle que ningún otro bucle.
Y un mes después de aquello me fui un año entero a USA. United. States. Of America.
Y fue el momento de hacerme mi primera cuenta personal de Hotmail (Gmail aún era un pipiolo). Y llegó el momento histórico de poner mi primera contraseña. Tu primer todo es “tu primer” y punto. Y te acompaña de por vida.
Todas y cada una de mis contraseñas alfanuméricas incluyen la palabra solonely. Todo por ese maldito programa. Todo por esa maldita final de una noche de julio.
Y si me preguntas cuál es mi canción favorita después de 23 años, te digo que es Solonely. A pesar de que hable de la soledad. Pero es que la soledad cantada por Sting suena muy distinto.
Y he escuchado mil canciones en bucle, y he estado en primeras ediciones de programas como Operación Triunfo: pero no, “Mi música es tu voz” no me hizo cambiar de contraseña. Demasiado larga, supongo. O simplemente que quien golpea primero, golpea más fuerte.
Y te vas a reír, pero tengo una conexión taaan especial con esta canción, que si suena de pronto en la radio o en cualquier circunstancia, pienso que es una señal o un guiño del de arriba: que algo bueno está a punto de pasar. Es un encuentro.
Y de encuentro te quería hablar, porque he estado leyendo un libro con ocasión de los 10 años que se acaban de cumplir del pontificado de Francisco, donde él mismo explica esto del encuentro:
“Todo encuentro verdadero tiene algo de único e irrepetible. En él hay algo que se nos escapa, algo que somos incapaces de predecir, de prever; algo regalado. No podemos calcularlo ni programarlo. Un encuentro siempre nos sorprende. Nos cala hondo y tiene visos, ganas de quedarse para siempre con nosotros transformando nuestra vida.
Para que surja de verdad no basta con estar. Uno puede asistir a una boda y no haberse encontrado con nadie. Uno puede haber entrado en una iglesia, haberse arrodillado, encendido una vela, haber hecho la señal de la cruz con agua bendita pero sin haberse encontrado con Jesús. Tampoco basta con que avancen las manecillas del reloj. Un encuentro no es cuestión de tiempo, te puede cambiar la vida en pocos segundos.
Para que exista, debe haber feeling, caer en la cuenta de quién tengo delante, que lo que me diga o haga me interpele y yo esté abierto, dispuesto en ese momento a dejarme transformar. Caer en la cuenta de lo que está sucediendo y asombrarme de que me esté pasando a mí. Meter entonces la inteligencia, la voluntad y, sobre todo, el corazón. En todo encuentro hay un intercambio de vida al más alto nivel, no vida de lugares comunes y frases hechas, sino de lo realmente valioso y personal. Así se dice, obviamente, que el encuentro por antonomasia es el enamoramiento”.
En serio, si aun no lees habitualmente al Papa, deberías hacerlo. Es un blow-up-my-mind constante.
Y bueno, ya que nos hemos subido al plano sobrenatural con Francisco, voy a seguir con la intro de la serie de The Chosen. Algo que dura 1 minuto y es muy potente. Y muy sencillo.
Un pez verde azulado muy estilizado que nada contracorriente del resto de peces. Y a su paso, algunos de esos peces que se rozan con él, cambian de rumbo y empiezan a seguirle. Fíjate que no es “instantáneo”, no se rozan con el pez verde y se cambian de color automáticamente. No. Nuestro pez verde pasa cerca pero pasa de largo y después de unos segundos: como si “le reconocieran” una vez ha pasado, cambian el rumbo y le siguen. De uno en uno, no en masa. Y no todos. Lo hacen los que quieren, libremente. Y esos hacen lo mismo con otros peces oscuros.
Hay más cosas que me dice este minuto de intro de esta serie: el verde azulado es el color del agua limpia, transparente, que da luz a la oscuridad del mar donde van los otros peces, que por cierto son más “gordos”, menos estilizados.
Walk on the water.
Creo que las otras dos únicas intros que no he pasado de una serie fueron la de Médico de familia, que tenía un poder hipnotizante con quien escuchaba esa melodía inicial (incluso más que mi madre cuando nos llamaba a cenar) y la de Stranger Things (creo que prefería estarme quieta por lo que pudiese pasar en al pantalla).
Estoy a punto de superar mi límite de escritura y de tu atención. Por cierto, hace tiempo escuché a Gregorio Luri decir que está convencido de que la atención o el dominio de la atención es el nuevo cociente intelectual (sí, yo he pensado exactamente lo mismo que tú😅). La atención es la capacidad de retorno, de retorno inmediato a lo que estabas haciendo antes de distraerte. Porque sí, todos nos distraemos. Mal de muchos, consuelo de tontos.
Te dejo la entrevista porque da algunos consejos con los que entrenar esa capacidad de retorno y de seleccionar y profundizar en la información para no ser un océano de conocimiento de un centímetro de profundidad.
Y bueno, en plan bonus track pero sin extenderme mucho, te dejo estas 100 pequeñas píldoras de la felicidad de Prodigioso Volcán. También puedes empezar a practicarlas… si quieres ser feliz.
Lo de que me mudé hace unos años de Canarias a Madrid daría para un post entero. Posiblemente lo escribiré.
Me acabonde suscribir a tu NL y me encanta! Estoy deseando leerte más 😊