Here we go again. Otro 9 más, para ti otro 10 más. Te aviso que vengo más motivada. En realidad esto lo escribo para aquellas personas que temieron por mi vida tras leer la NL de febrero. Me gustaría saber con qué tono me lees, la verdad.
Que te diga que vengo más animada no significa literalmente que tenga ganas de escribir, pero esto es como cuando voy a nadar: me da una pereza tremenda, hasta que bajo las escaleras hacia el vestuario, huelo la humedad, entro en calor y… habemus ganas! (en realidad se dice “volumus”).
¿Te sorprende que siga nadando?.. a mí también. Que estamos en marzo. Que llueve a mares en Madrid. Que hace frío. Que se me han estropeado los auriculares acuáticos de reyes. Que acaba de empezar la Cuaresma. Que-que-qué. Creo que ya puedo decir que nadar es uno de mis hábitos atómicos.
Pero no se ganó Zamora en una hora. Estoy intentando atomizar otros hábitos que se me resisten. Por ejemplo el del mate. Sí, el de beber mate. Reconozco que esta costumbre argentina me viene desde pequeña. Mi hermana Laura tenía un novio argentino que tomaba mate. Fue la primera vez que vi esa bebida. Ese tarrito con hierbas y pajita (sí, ya sé que se dice bombiya). Seguramente fue también publicidad subliminal en vivo y en directo. Luego llegaron las míticas películas argentinas de Ricardo Darín y compañía… las películas te hacen imitar conductas y descubrir gustos que no sabías que tenías. Por ejemplo, a mí me gusta la mantequilla de cacahuete (peanutbutter) desde que tengo uso de razón americano. Solía haber en casa. Pero aprendí a comerla como lo hago ahora, desde que vi a Brad Pitt en Meet Joe Black cogiendo una cucharada del mismísimo bote. Ya no puedo comer peanutbutter de otra manera. Tiene que ser a cucharadas.
Espera que me estoy yendo. Después de las películas argentinas, conocí a unas argentinas, que por supuesto toman mate. Ellas me introdujeron en esta historia (por Hernán Casciari):
"El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse.
El mate es exactamente lo contrario que la televisión: te hace conversar si
estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo. Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es 'hola' y la segunda '¿unos mates?'.
Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. (…)
Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse en cara. Peronistas y radicales ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos; los buenos y los malos. (…)
Cuando conocés a alguien por primera vez, te tomás unos mates. La gente pregunta, cuando no hay confianza: '¿Dulce o amargo?'. El otro responde: 'Como tomes vos'.
Los teclados de Argentina tienen las letras llenas de yerba.
La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te da. La yerba no se le niega a nadie.
Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres.
Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates, solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la pava al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es que ha descubierto que tiene alma. O está muerto de miedo, o está muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.
Ninguno de nosotros nos acordamos del día en que tomamos por primera vez un mate solo. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por dentro debió haber revoluciones.
El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...
Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena. Porque es la charla, no el mate lo que importa.
Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y es la sinceridad para decir: ¡Basta, cambiá la yerba!'. Es el compañerismo hecho momento.
Es la sensibilidad al agua hirviendo.
Es el cariño para preguntar, estúpidamente, '¿está caliente, no?'.
Es la modestia de quien ceba el mejor mate.
Es la generosidad de dar hasta el final.
Es la hospitalidad de la invitación.
Es la justicia de uno por uno.
Es la obligación de decir 'gracias', al menos una vez al día.
Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones que compartir."
Bueno, pues debe ser que aún no he madurado lo suficiente, pero seguiré intentándolo. No voy a frustrarme por una tradición argentina. Aunque justo he leído este mes algo que me hacía falta sobre la frustración: que no es solo sufrimiento (menos mal!). También es un motor de cambio, el empujón que nos obliga a pensar, a buscar soluciones, a mejorar. Ninguna gran idea surge de la comodidad absoluta. De hecho, el descontento es el punto de partida de grandes cambios, desde movimientos sociales y revoluciones políticas hasta avances en la ciencia, el arte y la tecnología. Por eso si canalizamos bien la frustración podemos transformarla en algo útil, en creatividad, en acción, en cambio.
La clave está en encontrar el equilibrio. Un poco de frustración nos espabila, pero demasiada, nos desgasta. No se trata de evitarla a toda costa, porque eso nos llevaría a la mediocridad, sino de entender cuándo nos está empujando a mejorar y cuándo solo nos está consumiendo. A veces hay que insistir más, y otras veces hay que soltar y buscar otro camino.
Así que, en vez de pelearnos con la frustración, es mejor usarla a nuestro favor. Primero, aceptarla. Luego, preguntarnos de dónde viene, ajustar nuestro margen de maniobra y cambiar lo que podamos cambiar. Y si no podemos cambiarlo, aprender de ello y seguir adelante. No como quien se conforma, sino como quien ve cada fracaso como una nueva oportunidad. Porque, en el fondo, la frustración es la prueba de que seguimos queriendo más, de que no nos hemos rendido. Nos recuerda que tenemos aspiraciones, que no nos vale conformamos con cualquier cosa.
Y te decía antes que no había madurado aún, pero acuérdate que casi cada mes celebro y le doy vueltas a esto de haber cumplido 40. A que hacerse mayor es inevitable, pero hacerse viejo es una decisión.
Pues el otro día estaba viendo una foto mía con 20 años y pensaba: tengo el doble. El doble de casi todo. De algunas cosas, incluso el triple. Bueno, y de alguna, la mitad. Las gallinas que entran, por las que salen. Supongo que a esto se refiere la gente que no veo mucho cuando me dice en tono amable y entusiasta aquello de “estás igual”. Pero obviamente no estás igual. Ni eres igual. Aunque tampoco deberías querer serlo y ni siquiera estarlo… Yo no quiero estar igual. Si el resultado de las sumas y las restas no arroja un dividendo positivo e indivisible, quiere decir que has dejado de impulsar el columpio. Y aquí hemos venido a jugar. Y yo siempre he sido más de columpio que de tobogán.
Ya decía Einstein que si todo te da igual, es que estás haciendo mal las cuentas.
También he leído sobre un libro que (aún) no me he leído: “Divertirse hasta morir” (1985, Neil Postman).
Decía que el entretenimiento ha invadido todos los rincones de nuestra existencia. Ya es más que escape ocasional, es el centro de nuestras vidas. Series, redes sociales, videojuegos, streaming, películas, podcasts, videos, libros y un millón más. La oferta es inagotable y lo curioso es que ni pensamos en que el exceso pueda ser nocivo. Puede acabar con tu pensamiento crítico.
El entretenimiento define la forma en que pensamos. “Los medios no te dicen qué tienes que pensar, pero sí en qué tienes que pensar.”
La era de la imprenta fomentaba el pensamiento crítico y la argumentación.
La era de la televisión, y ahora la era digital, fomentan el entretenimiento.
Ahora la información es entretenimiento. Lo importante no es la relevancia de la noticia, sino si genera interacciones. Se compite por llamar la atención, no por informar mejor. Llamar la atención es más potente que hacerte razonar.
Ya no leemos artículos completos (si hasta mi NL se te hace larga, admítelo 😏), consumimos fragmentos de 280 caracteres en X, videos de 30 segundos de media en Tiktok, y titulares diseñados para captar la atención en el menor tiempo posible.
Los algoritmos refuerzan este fenómeno. La información no la buscamos; nos llega personalizada, como un traje a medida, diseñada para confirmar nuestras creencias y mantenernos atentos el mayor tiempo posible. El resultado, según Postman, es una sociedad donde el pensamiento crítico ha sido reemplazado por las emociones, donde el entretenimiento es el rey. Solo prestarán atención si conviertes tu mensaje en algo entretenido y emocional.
La solución no es dejar de consumir entretenimiento o desinstalarte apps (oye, cada uno que haga lo que quiera… o pueda). No se trata de volver al paleolítico, se trata de recuperar el control sobre nuestro tiempo y atención. Pero de esto ya hay mucho escrito y yo no soy experta, así que ahí lo dejo.
Lo que sí pienso de un tiempo a esta parte (volvemos a la carga) es que nuestra atención está precedida (si es que puede decirse así) de nuestra mirada. O sea la mirada atenta, sabes? Dime dónde miras y a quién miras, y te diré quién eres. O esto de acaparar la mirada, acaparar la atención.
Te va a parecer una chorrada, pero a mí me cuesta demasiado mantener la mirada cuando hablo a varias personas a la vez, y disfruto mucho mirar a los ojos a una sola persona en una buena conversación. Necesito el contacto visual si lo que estamos diciendo es importante. Ya sabes, las miradas siempre fueron más valientes que las palabras.
Así que supongo que la mirada es un estímulo especial. La poesía, la música y el refranero popular están plagados de referencias en torno a esta idea; como dice el proverbio, “los ojos son el espejo del alma”. Seguro que hacia donde se dirige la mirada del otro, también lo hará su intención y su comportamiento.
Y he aprendido también que la palabra respeto (en latín respectus) deriva del verbo respicere que significa “mirar atrás”, “mirar atentamente”, “remirar”, “contemplar”. Respeta quien se relaciona con los demás con miramiento, con cuidado, con atención. El respeto se inicia con la mirada. Quien respeta se acerca y, al mismo tiempo, guarda una cierta distancia.
Lo primero para el respeto es mirar: si no se mira bien, no se ve. No toda mirada capta la auténtica realidad. Es fácil mirar, pero difícil mirar bien: “lo esencial es invisible a los ojos”, decía el Principito de Antoine de Saint-Exupéry. De la mirada atenta surge el respeto: “presta atención -mira atentamente- y haz lo que quieras”.
Iba a hacer una playlist de canciones que hablen sobre esto, pero no me ha dado tiempo, a parte que igual peto ya tu Spotify con tanta lista. Pero llevo unas semanas en bucle con esta canción de La La Love You (yo les daría un Grammy, ya lo sabes) que sin descubrirte nada, describe casi todo el poder que tienen los ojos. Ah, por cierto (#dato), esta misma mañana me han dado el alta de mi cirugía de los ojos (remember que me operé en diciembre?): veo un 120% en cada ojo. ¿Recomiendo la operación?: 120%.
Bonus tracks.
Una docu serie que aún no he visto. En una sociedad en la que "ganar lo es todo", ¿cómo gestionamos el fracaso? Atletas que han convertido la derrota en triunfo.
Esta nueva versión de “Ojos de hielo”.
AI DJ en Spotify. Es importante dar contexto sobre lo que estás escuchando. Con este AI DJ recibes comentarios junto con recomendaciones musicales personalizadas, así es más probable que escuches una canción que de otro modo te habrías saltado. Ya sea que aprendas algo nuevo sobre tu artista favorito o recuerdes un buen momento mientras escuchas una canción nostálgica. Una razón más para hacerte premium.
Esta mini reflexión de Laura Ferrero sobre que vengan a buscarte, en El País:
*Ah, por cierto, si eres nuevo o lento de leer por aquí… te cuento que he “organizado” un poco las entradas de esta NL, en cuatro categorías:
Back time (cuando sobre todo cuento anécdotas personales)
Friends (no por la serie, sino porque hablo de mis amigos o de la amistad)
Love (ya sabes que es uno de mis pedales favoritos)
Way of life (cuando sobre todo comparto cosas que intento hacer vida)
Enjoy it!
Oye, ¡pero qué buena cita sobre el mate! Yo llevo poco más de 2 años bebiéndolo y ya soy un apóstol del mate en México. Nunca había pensado en las muchas virtudes que se ejercen al beber un mate con alguien.
Y luego, lo de la mirada... Fabuloso. Me escucharé la canción.
Cada vez me gustan más tus NL. Eres capaz de sacar jugo a todo....que te dan limones...pues limonada. Me encanta las citas que has puesto.Siempre se aprenden cosas y te dan para pensar. Eres una crack!! A mi, se me hacen cortas tus NL...