Wax on, wax off.
Ganar, perder, no importa. Tú pelear bien, ganar respeto. Entonces, nadie lastimarte. -Miyagi dixit. Llevo todo el mes dando cera y puliendo cera, como Daniel Larusso en Karate Kid.
La realidad siempre supera la ficción. Como lo oyes. He vivido un septiembre que supera con creces la traumática campaña de la vuelta al cole de El Corte Inglés. CON. CRECES. Y no soy yo la víctima. Si me he pasado este nivel del videojuego es, en parte, a que se viene un octubre con varios destinos interesantes: dos islas en un solo mes. Pero no voy a contarte nada de esto ahora, porque ya sabes que suelo hablar “a mes vencido”, sólo te digo que lo mejor está por llegar. Y me quedan 2 días para eso. Es la manera que tengo de alargar el verano: dejar cosas para octubre, seguir haciendo algo que casi únicamente haga en los meses de verano. Por ejemplo: cenar en la terraza de mi casa todo lo que pueda.
Así que este septiembre, a parte de sobrevivir, me he entrenado en la espera, y vi esto en una story de Instagram que he usado y compartido varias veces, te la dejo aquí por si te sirve:
Me esperas aun sabiendo que voy a tardar. Cuando caigo y no me atrevo a mirarte. Me esperas cuando dudo de tu amor y de tu perdón. Y me esperas cuando abuso de ellos. Me esperas cuando pienso que no tengo fuerzas para seguir luchando y me olvido de que tú luchas conmigo. O cuando me avergüenzo tanto que no puedo darte la mano para levantarme. Me esperas cuando me da la vena rebelde que tengo. Cuando me creo que puedo sola y que no necesito a nadie. Me esperas cuando no confío en Ti ni en las personas que pones a mi lado. Me esperas cuando entro en bucle y dejo de mirarte. Me esperas cuando me rayo y me agobio. Me esperas cuando me enfado porque no entiendo lo que haces y te pregunto desesperadamente "por qué" lo permites. Me esperas sabiendo que voy a volver a tropezarme con lo mismo otra vez. Me esperas cuando olvido cuánto me quieres a pesar de mi cruz, y me lo vuelves a recordar. Y me esperas cuando me creo que mi debilidad puede más que tu Amor. Me esperas cuando vuelvo a cerrar mi corazón. Me esperas, siempre.
Y pienso que en los tiempos que corren la espera no está precisamente de moda. Ya no hace falta que esperes a casi nada. Pienso en las series, por ejemplo. Los capítulos están ahí, no hace falta que esperes una semana para ver el siguiente. Yo hago un pacto en mi casa para ver capítulos de semana en semana… sí, somos una especie en extinción. Pero creo que genera en mí y en los demás una hormona mega valorada cuyo nombre poca gente es capaz de recordar.
A veces me apunto a mil sesiones o conferencias que me parecen interesantes. Raramente consigo verlas on-time, pero como casi todo se graba en directo y luego se cuelga en la nube, no sufro ni me frustro si no llego a verlo. Hasta hace dos semanas, claro. Me había apuntado a una sesión sobre soberbia. Sí, soberbia. En un estudio creativo, que por supuesto ofrecía asistir también online. Cuando me suelo apuntar a este tipo de eventos me dura entre 5 y 10 minutos la ilusión de pensar que incluso puedo conseguir ir de manera presencial en una de mis tardes-de-líos-madrileños. Y que si no llego a lo presencial, me iré conectando de camino a algo, pero en directo. Incluso sueño con que me hacen esperar para que el mismísimo anfitrión me deje entrar en el zoom de turno. Te digo que me dura 10 minutos, porque a los 15’ ya estoy pensando que a muy malas lo veré en algún momento de mi semana, seguramente en el finde, ése que tengo idealizado como banco de tiempo libre a mi disposición. Pero como te decía, hace dos semanas esta regla de tres no se cumplió. Resulta que la sesión de soberbia de aquel estudio creativo nadie la grabó, porque no estaba en sus planes subirla a ninguna plataforma. A ninguna. Y resulta que la “no-sesión sobre soberbia” aumentó mi soberbia. ¿Cómo me había podido quedar yo sin ver esa masterclass? ¿te puedes llegar a perder algo en un mundo en el que todo queda grabado o registrado? Pues sí. Reconozco que me costó y me gustó a partes iguales. Pero no al mismo tiempo: primero me costó, y unas horas después reconocí que para ser hay que estar. Esa fue mi masterclass del día.
Y bueno, ya que hablamos de la espera, del paso del tiempo, te cuento que este 12 de octubre mis padres cumplen 50 años de casados. Se dice pronto: 1973. Se lo pre-celebramos hace unos fines de semana, y claro, reflexioné algo esos días. He pensado bastante que el amor de mis padres es un amor con magulladuras* (en el sentido poético del término, no literal, ¿me entiendes?):
*magulladura: lesión o daño de los tejidos orgánicos de alguna parte del cuerpo que se produce como consecuencia de un golpe o de una compresión sin causar herida exterior.
Magulladuras, sí. Pero con la confianza suficiente como para sostenerse en ese amor. Como el cable que sostiene al equilibrista en lo alto. Y, claro, pues también he pensado en mí: en que yo también me sostengo en 20 años de relación. Nada mal. Me hizo gracia pensar que sólo estoy a 30 años de diferencia con mis padres y que siendo de las pequeñas de la familia, saco ventaja a mis hermanos en esto del amor.
De alguna manera (y no sé cómo lo he relacionado) he caído en la cuenta de que existe un sentido de pertenencia a mi realidad más inmediata. Lo que solemos llamar “SER” de algo. Yo ser SER, soy de Madrid y no de Barcelona; de Apple y no de Samsung; de la mantequilla de cacahuete JIF y no de Skippy; de Coca-Cola y no de Pepsi (ni de broma); de McDonalds y no de Burger; de playa y no de montaña; de Nocilla y no de Nutella; de ColaCao y no de Nesquick (aunque hubo una vida anterior…); de Telepizza y no de Pizza Hut; más de Batman y Superman que de Marvel… y sin embargo soy del Real Madrid, pero no SOY del Real Madrid: me uno a sus celebraciones pero no tengo ni idea de quiénes son los jugadores ni de cómo van en la Liga. Y de momento ni soy de Harry Potter, ni del Señor de los Anillos (ni tampoco sé si esta última comparación es antagónica…).
Supongo que para mí SER de algo supone una mejor idea o una mejor opción para mí. Y ya sabes que las mejores ideas generalmente provienen de conectar otras ideas: dos o varias cosas que no parece que conecten entre ellas. Por ejemplo, existe un tema común en todos estos descubrimientos: la penicilina, el microondas, los rayos X, la pólvora, los plásticos y la goma vulcanizada. Todos fueron descubrimientos accidentales. Pero justo porque fueron accidentales, puedes pensar que fueron golpes de suerte. Sin embargo, hubo más que suerte. Todos estos descubrimientos comenzaron como experimentos fallidos. En cada uno de estos casos, los inventores buscaban un resultado específico y obtuvieron un resultado diferente. Sin embargo, en lugar de desechar sus experimentos "fallidos", hicieron algo muy diferente a la mayoría de las personas: se preguntaron por qué. Por eso, lograr un avance es menos acerca de la suerte y más acerca de una búsqueda activa con experimentos (prueba-error). Así que cuantos más experimentos hagas, más aprenderás. Es así de simple.
Y ya que te hablo de cosas simples, que sepas que he leído este mes que ser grande en algo implica tener la capacidad de simplificar algo. Para ser realmente grande con la comunicación lo primero que uno debe practicar es la simplificación cuando comunica. Para ser disruptivo con tu comunicación tienes que alejarte de la complejidad. La simplicidad en comunicación es una de las armas competitivas más importantes en los tiempos en los que vivimos. Ná, por si te sirve el #dato.
Podría aplicarme el cuento y escribirte un newsletter cada mes en 5 líneas o con un decálogo de ideas simples. Pero ¿sabes qué? He llegado a la conclusión en este septiembre que desde que me expreso tengo más ganas de expresarme. No sé cómo explicártelo.
De alguna manera un escritor, presumiblemente, es un cazador. Vive para contar historias. Escucha para escribir lo que oye. Mira para escribir lo que ve. Se enamora para escribir lo que siente. Con cierta frecuencia entremezcla la realidad con la ficción, y si todo le sale bien, acaba escribiendo una novela de ficción con tintes autobiográficos.
Todo este párrafo se lo he leído a Holden Centeno, que él sí que es un escritor, pero ya sabes, same feelings, bro.
Otra cosa, hemos vuelto en septiembre de vacaciones y también a escuchar las noticias para gente despierta de Kloshletter. Y me he enterado de dos cosas en sus curiosidades que cuentan:
Los beneficios de la risa en el curro. O sea, que la risa puede ser rentable. El humor en las organizaciones ayuda a establecer canales de comunicación alternativos que hacen que la información fluya mejor.
El desorden apaga tu creatividad. Un espacio caótico abruma la mente y dificulta el pensamiento innovador. Además, te dificulta establecer prioridades.
Aunque sí hay un desorden permitido que potencia mi creatividad: los WOW moments. Alguien dijo que no recordamos días, recordamos momentos. No le había puesto nombre a este concepto, hasta que se lo escuché a una amiga. Son momentos del día, la semana o el mes, donde modificas un poco tu rutina: cambias de calle para ir al trabajo, te bajas antes del metro para hacer parte del trayecto caminando, te apuntas a un evento distinto de los que sueles asistir, buscas un hueco para ir a contemplar el atardecer en algún punto de tu ciudad… o generas en tu trabajo una vez al mes una reunión inspiracional para tu equipo. Son cosas sencillas que suponen poco desgaste pero generan un alto impacto en tu rutina. Esta semana he abierto este canal en instagram para hablar sobre este tipo de cosas que a mí me ayudan a potenciar mi creatividad. #FYI
Como ya estamos llegando al final, te voy a compartir varios de mis WOW moments de este mes:
Una app que te volará la mente: My mind. Recuerda todo y no organices nada, éste es su eslogan. Un lugar para todo lo que te importa. No es necesario archivarlo ni etiquetarlo. La IA te lo organiza y te lo hace visual como por arte de magia.
La playlist de las bodas de oro de mis padres. 50 años de buena música. Y además, en medio de tanto caos de septiembre de pronto explota este grupo en mi spotify: La La Love You, al más puro estilo Modestia Aparte o Un pingüino en mi ascensor.
Un libro que también es peli y que casi abrimos a diario en mi oficina para elegir la frase del día: El niño, el zorro, el topo y el caballo, de Charlie Mackesy. Y esta es la frase que me ha tocado hoy:
“He descubierto algo mejor que la tarta.”
“No me lo creo”, dijo el niño.
“Es verdad”, contestó el topo.
“¿Qué es?”
“Un abrazo. Dura más.”
La cuenta de instagram de Curro Suárez: cuenta cosas, duerme mal y siempre quiso ser espía. #largavida
Bonus track: oxitocina para Canva Pro lovers: Descubre Estudio Mágico | Aprovecha todo el poder de la IA para potenciar tu trabajo.
Pues eso, que me voy a tomar este octubre piano piano (como dicen en Italia), muy tranquilamente, sin apurar, disfrutando de mi vida, sorbo a sorbo, muy despacio, a modiño, como dirían los gallegos. Con sus días festivos, sus laborables, mi santo el día 12, aniversario de mis padres, viajes, volver a sitios que me recuerdan el origen…
Oye, y te tengo que confesar una cosa. Desde hace unos meses, cada vez más, cuando escribo este newsletter los 9 de mes, es como si saliera a cenar hasta tarde contigo, con un par de gin tonics que son mis idas de olla o mis open hearts entre líneas. Y varias veces durante el mes, disfruto pensando en esa cena que nos espera. Más por la compañía y por la conversación.
No puedo terminar sin dar las gracias al Señor Miyagi y Danielsan. Gracias a ellos este mes hemos superado los 400 lectores de este NL. No me importa tanto el número, me importa más que si te gusta lo que lees lo compartas. Te escribo el próximo 10 de noviembre, resérvate la fecha para nuestra cena.
Es muy bueno lo que escribes! Gracias!!
Quiero ser redactora publicitaria de mayor (ni que tuviera 3 años lol), y este tipo de textos me inspiran muchísimo!!🤘🩷