Ahora ya sí: se acabó mi verano. He estirado todo lo que he podido, lo sé, pero siempre (que puedo) acabo el verano pasando la última semana de octubre en Canarias. Y de ahí mismo he vuelto hace unos días. Viajo sin facturar, pero Iberia no sabe que me llevo garrafas llenas de oxitocina para todo lo que queda de curso.
Acabar en octubre tiene la ventaja de que quedan menos de dos meses para Navidad. Esto es como el juego de la oca: de casilla en casilla. ¿Y qué hago en enero? Yo no lo sé, pero me acaban de decir mis padres que ellos se van un mes a Tenerife (sí, tenemos un pequeño problema en la familia con estas islas). Y ya me los imagino allí, volviendo a Alcalá (apúntalo si aun no estuviste: un sitio muy especial de la isla), mi padre mirando en Idealista las casas que se venden. Pienso en por qué hacemos eso. Mi padres, mis hermanos y yo. Y creo que queremos poseer esa vida. Esa posibilidad. No la casa. Es la manera más directa de poder comprar un trozo de otra vida, de asomarse a ella y nos parece más chill que la nuestra. O eso creemos porque te puede pasar como con las vacaciones. Que la vida normal también sucede en vacaciones.
A pesar de terminar mi verano en octubre, lo he podido conciliar con días de trabajo. La verdad es que en estos últimos días he estado dándole vueltas (y supongo que leyendo más de la cuenta) a cómo mantener la atención en un mundo distraído. Y he llegado a estas dos conclusiones:
Un sistema para organizar tareas y ponerlas en cola. Uno de mis toc es que mi barra de pestañas en Chrome se ve normalmente así:
Lo que viene siendo, 30 pestañas abiertas. 30 iconos que se intuyen más bien. 30. Esto en mi cabeza es que tengo 30 cosas pendientes que hacer y verlas así, me lo recuerda. De locos. El día que cierro sin querer Chrome y se van a la mierda todas las pestañitas, tengo que abrir la ventana (de la oficina) más cercana y coger aire, mucho aire. Hay gente que le da ansiedad ver mi estado de pestañas abiertas… a mí me da ansiedad ver todo ese espacio vacío. De todas formas, esa gente que se mete con mi organización, luego vas a su escritorio y tiene 300 iconos. Literal.
Pero bueno, lo que te quería contar es que aunque sigan todas esas pestañas abiertas, desde hace dos meses, estoy cogiendo un papel/post-it o sucedáneo, donde establezco 2 ó 3 tareas máximo que son las que sí o sí voy a terminar hoy. Las demás están en la lista de espera de la barra de pestañas de Chrome. Es una manera de hacer focus y dejar de pensar en todos los proyectos. A menos distracciones en la cabeza, más espacio tienes para lo que importa. La multitarea me hace perder tiempo, cansarme más, memorizar peor y elegir peor.
Elimina tantas notificaciones como puedas (o todas). Imagina que mientras trabajas sientes la necesidad de bajar a abrir el buzón por si ha llegado algo. O que alguien abra la puerta de la ofi para pedirte cada 15 minutos algo. Yo así no me puedo concentrar, a parte de que es absurdo. Pues eso mismo sucede cuando suenan las notificaciones. Hace mil me las quité de whastapp, y guess what? No me he muerto. El coste atencional me roba el tiempo. Mi gran reto ahora es dedicar un tiempo a atender esas notificaciones en 2 intervalos de 30 minutos máximos cada uno. Y que sea ahí y no en cualquier momento cuando atiendo todas mis notificaciones en orden de prioridad. Me falta mucha disciplina aún, pero el plan está trazado.
Y con esto del plan trazado, te cuento que, aunque hace mucho que nadie me saca a comer japonés, sigo aprendiendo nuevos conceptos, como por ejemplo este de Shuhari, 3 caracteres japoneses: 守 (“Shu”, obedecer), 破 (“Ha”, romper), y 離 (“Ri”, dejar o separarse).
Es la forma de describir las 3 etapas del aprendizaje, que van desde la obediencia y la preservación de las tradiciones, hasta la ruptura con ellas y, finalmente, la emancipación y la creación de un estilo propio. Crecer no es solo acumular conocimiento, sino trascenderlo, dejar aún más valor del que a ti te dieron e inspirar a los que vienen detrás. Nunca dejes de aprender del resto, incluso cuando abras tu propio camino. Todos somos aprendices y maestros al mismo tiempo (#Miyagidixit). Solo depende del contexto. Eso es shuhari. Me ha recordado a la escena de “Unagi” de Ross Geller en Friends.
Te cuento otra cosa que he escuchado este mes y me ha gustado. Fue en una sesión de formación en mi trabajo, hablando sobre los 5 pasos de un gran capitán (te sirve, porque todos en algún aspecto somos capitanes en nuestra vida):
Y como siempre, la pregunta no es si lo sabes, sino si ¿lo haces?
Estoy últimamente boxeando en mi mente la cuestión de la cohesión en los equipos, y he llegado a un libro “Capitanes. La fuerza oculta detrás de los mejores equipos de la historia” de Sam Walker. Cuando lo termine seguro te sacaré algunos highlights que me han iluminado mi día a día.
Ahora que he escrito “Capitanes”, me he acordado de la película “Remember the Titans” (“Titanes, hicieron historia”, en español). ¿Has visto la peli, no? Se estrenó en USA el 29 de septiembre del 2000, mientras yo vivía allí. Pero la vi un año más tarde, a mi regreso a España. Lo que pasa es que te voy a explicar el match que tengo con esta peli. Me va a llevar unas cuantas líneas, pero vamos a llegar a puerto.
Ese año en USA se volvió a poner de moda, con la BSO de la película, la canción de Marvin Gaye y Tammi Terrell, Ain’t No Mountain High Enough, se escuchaba por todas partes, me acuerdo perfecto.
Yo vivía ese curso en la costa Este, en el estado de Virginia, con una familia afroamericana. Él tenía 37, ella 35. Con un niño de 7 años. Y yo, con 16. Te podría contar, y te contaré, mil aprendizajes que tuve con los Kaiser, my host family. Pero la anécdota que tengo en la cabeza es que, cuando llegué a vivir con ellos, su himno familiar era precisamente esta canción. Podías presenciarles en directo, los sábados por la mañana mientras limpiábamos la casa, o al subir al coche, cantando e interpretando a pleno pulmón -cada uno su parte- esta canción. Lo más parecido posible a esta mítica escena de Quédate a mi lado. Al final llegó a ser también mi himno (aunque conlleve admitir que yo no bailaba -ni de lejos- tan bien como ellos). Y ahora y desde entonces, cada vez que suena esa canción es como si me pellizcaran el corazón.
Y de esa sensación quería hablarte (ves cómo, poco a poco, te llevo al puerto que quiero? 😏). Spotify como máquina del tiempo, canciones que me llevan en un segundo a momentos que he vivido. Pero sobre todo, bandas sonoras con las que me explota el corazón. Literal. Que me perdonen los teólogos, que me perdone Santo Tomás de Aquino, pero yo considero la música instrumental como la 6ª vía que demuestra la existencia de Dios. Mi corazón de pronto se pone a dialogar con la trascendencia. Y no sé muy bien qué pasa ahí, pero se predispone. Pruébalo con mi playlist, y ya me contarás:
La primera canción de la lista no sé si te suena. Es la BSO de la serie de los 80 “Norte y Sur”. Desde hace unas semanas, a raíz de una chorrada con una persona, la tengo taladrada en mi cabeza. O quizás la he recuperado en mi memoria. La escucho y me veo capaz de toda la grandeza (en el giro del segundo 41: 💥). Es fuerte decirlo, pero me pasa. Esa melodía la compuso Bill Conti… también la BSO de Rocky y de Karate Kid. Temazos que inspiran.
En mi último vuelo estaba dispuesta a leerme “Cuando el mundo gira enamorado”, una breve semblanza de Viktor Frankl. Ya sabes que me gusta la mezcla. En todos sus sentidos. Y a veces me gusta mezclar libro con música instrumental. Me subí al avión escuchando esta playlist que te acabo de compartir, pero cuando quitaron los datos, curiosamente, Spotify sólo me dejó escuchar la BSO de Norte y Sur durante las 3 horas que tenía por delante. Lo que viene siendo un bucle de 3 horas. Brutal experiencia la de leer la vida de Viktor Frankl con esa música de fondo. Te lo recetaría si fuera (tu) psiquiatra.
Este mes pasado he tenido varios reencuentros y conversaciones que me han hecho volver a pensar lo que yo entiendo por “hogar”. Es lo más parecido a no estar deseando irse a otro lugar. No necesitar el teletransporte en ese instante a pesar de extrañar lo propio, algo que se lleva enganchado al alma como una pinza sujeta la ropa en cualquier tendedero un día ventoso. Esto me ha pasado en esos reencuentros y conversaciones.
Un pensamiento al que le he puesto palabras este mes: tengo una amiga a la que mandarle un WhatsApp es como mandarle una paloma mensajera. Puede contestar en dos horas o tres días. Nunca se sabe. La comunicación instantánea no va con ella. Tenemos que cerrar un plan con una semana de antelación y cumplirlo. Ella lo cumple. Yo no estoy acostumbrada y siempre tengo la tentación de anular en el mismo día. ¿Lo bueno? No puedo porque no va a leer mi mensaje. Ella va a ir. Tiene algo de antiguo que me conquista. A veces quedamos con semanas de antelación, y las dos vamos. En un mundo en el que cada vez estamos más desvinculados los unos de los otros (aunque aparentemente estamos más conectados que nunca) hay esperanza, queda gente como mi amiga. La máquina tiene que flipar con ella. No creo que ninguna IA pueda analizar su patrón de respuesta ni de uso del móvil.
Ya vamos acabando, con los bonus tracks de este mes:
Un dato que no sabía y me hace pensar: “quienes fuimos entonces ya no están, entre otras cosas porque las células del cuerpo se renuevan por completo cada siete años”. Todo lo que crees que eres, en realidad, se renueva por completo cada siete años. Al menos, corporalmente hablando.
Sustrato.io: una alianza entre lectores inconformistas y autores audaces.
En sustrato no hay sección de opinión, pues todo es opinión: columna, crítica, análisis u otras formas libres organizadas en torno a nuestros temas favoritos, sean historias de actualidad, costumbres, música, cine, libros o deportes. Además, en sustrato no hay línea editorial estricta: el requisito de entrada es la calidad. Esto nos permite tener acceso a diferentes puntos de vista y formatos e ideas rompedoras. Radicalmente libre.Si trabajas o estás entre/con/para jóvenes, yo he descubierto 5W Magazine con este volumen anual impreso. Una buena inversión en una publicación más cuidada. Who, what, when, where, why. Quién, qué, cuándo, dónde, por qué. Las 5W son la base del reporterismo: preguntas que no admiten un sí o un no, sino una explicación. 5W es una revista de periodismo narrativo y fotografía lanzada en 2015 por un grupo de periodistas independientes.
(*) Y ya que hablo de jóvenes, dejo aquí una reflexión y un video sobre aquellos que han bajado o se han movilizado de alguna manera a ayudar a los pueblos de Valencia por la DANA (por los voluntarios, los afectados y las víctimas🎗️):
A veces me preguntas cómo y cuándo me da tiempo a escribir esta NL. Ya te he explicado alguna vez que apunto en mis notas del móvil ideas, links, código morse o pensamientos a desarrollar, los guardo como borradores y, la noche del día 9 de cada mes, los redacto sin más. Un workflow divertido para mí. Siempre escribo porque necesito hacerlo. Escribir es una de mis formas de respirar.
Sabes que los podcasts son mi nueva forma habitual de consumir contenido. ¿Viste el que te recomendé en la NL de octubre? Pues entonces es el momento de ver a Marian Rojas con los de Nude Project: sublime.
En realidad te cuento esto porque desde hace un tiempo fantaseo con la idea de hacer un podcast. A raíz de la NL, pero no sobre esto. Y desde luego no lo haría sola. La conversación a dos siempre es más interesante. Tengo con quién. Ella ya lo sabe. Dejo una encuesta aquí para saber tu opinión. Luego, como siempre, haré lo que vea mejor. Pero oye, tú opina, que es gratis.
Aprendiendo de ti since 2012
Eres genial....casa día no dejas de sorprenderme....☺️😘😘😘😘😘