Este 10 es más 10 por el hecho de ser lunes de Pascua🥳.
Estrenamos tiempo litúrgico y estrenamos post de esta newsletter. Eso me anima para seguir escribiendo! Lo digo porque hay momentos del mes que pienso: ¿tendré algo interesante que contar como para rellenar 10 minutos de lectura del NL? Y es verdad que registro ideas en una nota de mi móvil, pero también existe el síndrome del impostor y la pereza en vacaciones.
Creo que en mi cabeza también está la idea de que cada post es una pequeña superproducción o película que se estrena cada 10 del mes. Y esta sería la cuarta entrega. Y ¿quién ha llegado a ver Misión Imposible 4?
Se dice que las segundas partes nunca fueron buenas ni superan la primera, con honrosas excepciones como El Padrino o Terminator, y que las terceras son un despropósito, aunque se han dado casos de mantener o incluso subir el nivel de la saga como con Indiana Jones o Jungla de cristal.
Pensemos entonces que son, más que una saga, películas distintas o, mejor, distintas temporadas de una misma serie.
En cualquier caso, esto de que llegue el día 10, también me genera dopamina. Dopamina con la que consigo arrancar a escribir.
Te cuento: ¿recuerdas que yo estaba leyendo el libro de “Hábitos Atómicos”? Pues ahí, James Clear explica que cuando se trata de hábitos el aporte que hace la dopamina es clave. Siempre que puedes predecir que una oportunidad (tener un rato para ordenar mis ideas y escribir este NL) se convertirá en recompensa (publicar este post y el simple hecho de compartirlo), tus niveles de dopamina alcanzan un grado máximo debido a la anticipación. Y cuando la dopamina se eleva, lo mismo ocurre con tu motivación para actuar. Es la anticipación de la recompensa -no su obtención- lo que hace que nos pongamos en acción. Esta es una de las razones por las que la anticipación de una experiencia suele sentirse mejor que su obtención. O lo que explicamos en el segundo post de que la felicidad es el momento en el que algo que deseas está a punto de empezar.
Por eso los científicos se refieren a esto como la diferencia entre desear y disfrutar. Tu cerebro tiene muchos más circuitos neurológicos destinados a desear que a disfrutar. Supongo que esto tiene todo que ver con que estamos hechos para algo más, mucho más: la eternidad.
No soy científica, pero te doy un dato que he leído y ayuda a reflexionar sobre esto.
Los centros destinados a desear ocupan grandes áreas del cerebro. Los centros destinados a disfrutar son mucho más pequeños. Generalmente se les llama centros hedónicos y están distribuidos como pequeñas islas en todo el cerebro.
La gente que se dedica a investigar ha descubierto que el 100% del núcleo accumbens es activado cuando se desea algo. Y solamente el 10% de la estructura se activa cuando nos gusta algo. Heavy: el deseo es el motor que conduce la conducta.
¿Por qué te cuento esto? Pues porque necesitamos hacer que nuestros hábitos sean atractivos porque, en principio, es la expectativa de una experiencia gratificante lo que nos motiva a actuar… y a mí, concretamente, a escribirte hoy.
También en marzo ha sido San José. Ha caído en mis manos (a través de Amazon, claro) un librito titulado “Mi secreto”, escrito en primera persona a través de varios autores, siendo el mismo San José quien escribe.
Y habla de algo muuuy interesante: cómo es posible ser libre acogiendo la voluntad de otro. Él es un gurú de este tema, claro.
La respuesta está muy unida a la esencia de este NL: consiste en unir libertad y confianza, acertando precisamente en quién ponemos nuestra confianza.
San José lo explica así:
“Mi padre me inculcó el ser modesto y no querer figurar en nada; me enseñó también a trabajar la madera y a superar las dificultades o contratiempos de cualquier faena. Con él aprendí que cada madera es diferente y ofrece distintas resistencias. Cada una requiere su herramienta específica. También eso es un tipo de amor obediente, que escucha la realidad y la ama, amoldándose a lo que exige.
Otras veces, mi padre me hacía volver a empezar los trabajos... "Es para que aprendas a tallar perfectamente una plancha -me decía-; así llegarás fácilmente a hacer todo lo que quieras: muebles, barcas, marcos de carpintería".
No solo aprendí a trabajar la madera, sino también a practicar la docilidad. Sí, la obediencia libre e inteligente es algo que se aprende. La carpintería era una escuela de vida: para aprender bien mi oficio debía seguir los consejos de mi padre, respetar las limitaciones propias de cada material, de cada herramienta, no apartar el ojo del cuaderno de encargos y responder a lo que pide el cliente... ¿Y qué es la vida sino eso mismo, en la relación personal con los demás? En cambio, esa falsa "autonomía", que no es más que autosuficiencia disfrazada, sumerge a los hombres en el aislamiento más estéril.
El amor en la obediencia: ahí radica la libertad.
El que te habla es un humilde carpintero.
Cortar un roble requiere mucho tiempo; el desánimo acecha siempre. Hay que perseverar y respetar las modalidades del corte, sin soltar la pieza hasta darle la forma adecuada. Lo mismo ocurre en nuestra vida: a veces las piezas tardan en juntarse e incluso puede parecer que no encajan. Terminan formando algo que no sospechábamos y, gracias a esta docilidad, Dios consigue que esas piezas en apariencia dispares se acoplen perfectamente, y realicen una obra aún más bella que la que ni siquiera habíamos osado soñar.
Por último, deberás aceptar los acontecimientos que se te presenten y exijan tu cooperación, ya que a menudo mediante ellos actúa la Providencia. No te endurezcas ante lo imprevisto; aprende a descubrir la mano de Dios que te guía..., hasta tu último día, cuando el Señor te llame a su Reino. Prepárate desde hoy para este acto postrero que marcará el fin y la cumbre de la obediencia.
En la filiación humana, el niño, a medida que crece, busca su independencia de los padres; en la filiación sobrenatural, crecer y madurar implica asumir cada vez de modo más estrecho la dependencia con relación al Padre. Poco a poco, adquirimos la certeza de que todo viene de Él y de que sin Él no podemos "nada".
Y sin embargo no somos menos libres, ni nos sentimos esclavos. Sentimos la filiación como un don, y valoramos por encima de todo la misión que nuestro Padre ha querido compartir con nosotros. Comprendemos que un amor nos ha llamado y nos espera en cada instante. Y mientras corremos a su encuentro, disfrutamos ya de la soberana libertad, que tiene el mismo sabor la que nos espera en el paraíso”.
Para mí ha sido todo un descubrimiento, no sé para ti. Y enlaza con algo que recordé también en este mes pasado de marzo, escuchando en una playlist de Disney en Spotify (sí, a veces me pongo Disney para inspirarme o para momentos de chill) la banda sonora de “The Hunchback of Notre Dame”. Esto me pasa muchas veces. No me compraría un CD de un grupo de música (porque no sé si alguien ahora mismo compra un CD, para empezar, no soy tan tan tan bohemia), pero puedo desbloquear un recuerdo con una sola canción y acto seguido irme a las antípodas de sus orígenes y pegarme una hora o varios días escuchando esa banda sonora o a ese grupo en bucle. EN. BUCLE. Algunas personas me pillaron en cuarentena en un delirio total con la canción de “Shallow”… obviamente fue mi nº1 en mi Wrapped de Spotify en 2020. La pude escuchar durante horas de trabajo seguidas en sus distintas versiones, o su versión original non stop. Es como el síndrome del día de la marmota. Como todo, este poder puede ser usado para el bien o para el mal. Puedo convertirme en un minuto en corresponsal de guerra de mi actualidad o perder el tiempo haciendo el árbol genealógico de Ana Obregón a las 3 de la mañana, pudiendo redactar en Wikipedia su vida en verso… y la de sus padres y abuelos. Algo que me importa lo más mínimo cuando me levanto por la mañana. Pero ya se sabe: un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Y yo estoy aprendiendo a usarlo.
¿Ves? Todo esto venía por “El Jorobado de Notre Dame” y yo ya me he ido por las ramas. Resulta que yo antes sí que me compraba los CD de algunas de las BSO de Disney (bueno, mis padres me lo compraban). Y recuerdo que quería ese CD porque muchas de las canciones me metían en el arte de la arquitectura. Eso no se lo dije así a mis padres, claro. Pero me acuerdo perfectamente que la música, la melodía, hacía que me gustaran más los edificios de París, al menos hacían que me fijase en ellos y no sólo en los personajes. Y desde entonces, seguramente e inconscientemente, despierta mi interés la historia que han vivido edificios emblemáticos de las ciudades que visito o donde vivo. Quiero saber qué ha pasado dentro de ellos, por qué y por quién fueron construidos, etc. Me pasó lo mismo con la película de Los Miserables, supongo que París es un buen detonante para la inquietud cultural.
También Quasimodo fue un personaje con quien muchos niños entendimos que la rareza puede ser protagonista. Por cierto, en mi afán de “descubrir”, he encontrado esto muy “ad hoc”:
*La palabra Cuasimodo (celebración católica que se realiza el primer domingo después de la Pascua de Resurrección, en donde se lleva comunión a los enfermos) viene del latín Quasi modo geniti infantes… (Casi como los niños recién nacidos...) que era como empieza el introito de ese domingo. #dato #soyfandelaetimologíadelaspalabras
Otro dato, el título de este post es un homenaje a una frase de esta peli de Disney: “obey, stay in here”, que fue también como su eslogan. Y como hemos hablado de la obediencia y la libertad…
Enlazo a lo siguiente con un hah* (“had me at hello” o momento que me genera confianza) que suele ser semanal y lo he retomado este mes. Lo enlazo con Quasimodo porque es un podcast que te recuerda que seas como seas: tu vida es increíble. Sí, puede sonar a autoayuda total, y la verdad es que es eso. Pero me pone de buen humor Diego Estrada, el mexican que está detrás de este movimiento de la autenticidad con gente joven. Él es un personaje 100%.
Me super encanta su inicio y cierre del podcast, de hecho pienso que es un must para que yo escuche algo: la intro. Bueno, eso y la duración. Éste es el cierre de todos sus episodios del podcast:
“Así que no importa si tienes mucho o tienes poco, sino de recordarte que ya eres suficiente. Eres único y eres necesario, y voy a estar aquí todos los jueves para recordártelo: que vale la pena vivir amando y con sentido. Y que nunca, pero nunca, se te olvide: tu vida es increíble”.
Ahí te lo dejo. Además te reirás bastante.
Y ya casi para acabar (según mi personal trainer de tiempo de lectura llevas 9 minutos prestándome atención) te cuento que hace tan sólo dos semanas fallecía la mejor amiga de mi madre: Caroli. Te cuento esto por varios motivos que aquí sólo voy a enumerar, pero podría escribirse un libro.
Caro en mi familia, sin ser nuestra tía era mucho más que una tía y mucho más que la mejor amiga de mi madre: creo que no hay un término para ese lugar que ocupaba, ojalá lo encuentre.
Hacía más de 20 años que no vivía una muerte “tan cercana”, sé que es un poco injusto, porque ha fallecido más gente en estos años, pero no sé si ha sido por vivir fuera de Madrid o porque me refiero a “cercana” como un adjetivo que describe lo taaan próxima que puede estar una persona de tu corazón (llámame cursi) sin apenas hablar o vernos de cuándo en cuándo (última vez: 26 agosto 2022). Supongo que es algo como quien conquista una plaza o tiene una calle: de ahí ya no hay quien te mueva.
He aprendido mucho de la amistad que tienen mis padres con sus amigos: en un mundo en el que mantener las amistades en el tiempo es una odisea, por muchos seguidores que tengamos. Y hubo dos detalles el día del velatorio que me sacaron una sonrisa: había dos coronas de flores de sus amigos, pero una de ellas era de “tus amigas del alma: y tres nombres (uno de ellos el de mi madre)”. Entendí que todavía hay amigos, y AMIGOS. Y puedes tener derecho a tener una corona a parte. No sé, piensa esto.
El otro detalle, fue una frase de mi cuñado, que habló en realidad por todos nosotros diciendo que nunca había estado en un velatorio donde, sin ser alguien de la familia, conocía a todos los que por allí pasaron. Esto es parte de lo que admiro de mis padres, lo que nos meten con sus amigos, lo que nos cuentan de ellos, lo que nos han hecho coincidir en vacaciones, viajes, momentos, celebraciones y abriendo siempre las puertas de nuestra casa.
Mis padres no leen este NL, de momento, así que no es #publi.
Aún así, todo pasa a la vez y al mismo tiempo. También pude ver que, aunque coincidí con amigos de mi quinta y de la de mis hermanos con los que he vivido y pasado muchas tardes juntos, tenemos el peligro (casi inevitable) de pasar de la intimidad al protocolo, debería haber un manual sobre esto. Me explico: coincidí con amigos de los que antes sabía absolutamente todo. Y de pronto esos amigos y todo su universo se te hace muy lejano, porque pasas a no saber nada (lo justo si les sigues en redes y es que publican algo… o lo que me cuentan mis padres porque ellos sí siguen en órbita). Esta idea la desarrolla la escritora Marta Jiménez Serrano en una entrevista que escuché donde decía que ese protocolo lleva un poco a que dos personas vuelvan a ser los extraños que eran antes de conocerse, o peor que dos extraños, porque dos extraños todavía pueden conocerse. Nadie te prepara para eso.
Bueno, ya me he pasado de tiempo, lo sé. Pero quiero terminar con algo que tampoco es #publi pero me ha parecido un adelanto de la herramienta de diseño que más uso: Canva. Sí, uso Canva. Sí, casi casi casi todo lo que ves en Saintips y sus secuaces está made in Canva. Y han hecho como unas 10 nuevas actualizaciones que puedes disfrutar viendo (con palomitas y sofá) en el evento que hicieron el pasado 23 de marzo: Canva Create. Prepárate para 90 min. de show tipo Apple en sus lanzamientos pero a todo color. Y sobre todo ver que han democratizado el diseño desde 2013: ya no hay excusas.