Acabo de volver de una cena con amigas. Ya, pero que no es la típica “cena de amigas”. Es de esos encuentros que te pones a recordar cosas y sabes que no ha pasado el tiempo. Ni la confianza. Entre las mil cosas que hemos hablado en la mesa, ha salido Marian Rojas… y justo un minuto después he pensado que esta noche iba a llegar a casa hasta las trancas de oxitocina.
Y la verdad que vengo con ganas de hablarte de amistad. De ahí el título del post de este mes: “no hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (es) / “Greater love has no one than this: to lay down one’s life for one’s friends” (en).
Es de san Juan. Capítulo 15. Versículo 13. Te lo detallo porque aunque ahora mismo el mundo está dividido en dos: los que han visto La sociedad de la nieve (LSDLN) y los que no; la frase no es de Numa Turcatti. A estas alturas de febrero supongo que ya lo sabías y que ya eres del bando de los que hemos visto la peli “n” veces.
Ya te avisé de que esto iba a pasar. Incluso te lo dije en el hah* de enero: Nando Parrado fue mi ídolo con 15 años. ¿Qué esperabas? Me sentí muy identificada con este video de Briten y decidí abrir una investigación por mi cuenta: tenía las ganas y los medios.
Llevo 19 días, desde el 23 de enero, recogiendo datos que veo en cualquier parte. 19 años tenía Roberto Canessa cuando se estrelló el avión. Ellos pasaron 72 días en la montaña. Yo, hasta el 10 de marzo que son los Oscars, llevaré 67 días recopilando toda la info posible de los Andes.
He creado una pizarra online de LSDLN, el que quiera adentrarse en la historia que se pase por ahí, iré añadiendo cosas durante el próximo mes. Si tienes material interesante que aportar a la investigación puedes hacérmelo llegar a hello@saintips.com.
Como me ha enseñado Hábitos Atómicos: cada día fui “ordenando” las cosas que encontraba sobre este asunto. Cada día. Son muchos días. Que sepas que yo aún no he podido ver todo, ni rellenar con material todos los apartados, pero me ha servido para explorar un nuevo formato de Canva que no conocía. Creo que he puesto a mi imaginación a trabajar por encima de mis posibilidades.
Si pasas de pinchar el link (será porque no has visto la peli), déjame al menos que te dé 12 highlights aquí del libro de Pablo Vierci en el que se basa la peli. Lo he acabado esta misma tarde:
Allí todo se hacía para el conjunto y no había más recompensa que el bienestar del grupo. Y cuando no hay ego, tu cuerpo y tu mente funcionan como un radar muy sensible, se absorbe más de los otros, más del entorno, de la naturaleza, eventualmente de una fuerza superior, Dios, que en ese ambiente te llega de otro modo, porque cuando estás atribulado por las cuestiones cotidianas de la civilización no lo dejas ingresar.
Aprendí para siempre que cuando te sientes perdido en la inmensidad, es sólo un sentir.
Tenemos la chance de vivir la vida de los que no tuvieron la oportunidad de hacerlo, todos los que están enterrados acá junto a esta cruz de hierro. Y para hacerles justicia debo llevar una vida digna, para que cuando muera, después de los muchos errores cometidos, les pueda decir: sé que no fue suficiente, pero hice lo mejor que pude.
Parece una alegoría: si esos jóvenes inexpertos e ingenuos sobrevivieron al accidente del 72 y superaron la valla de los Andes, la vida no puede ser tan difícil.
Me di cuenta de que lo que no se dice provoca dolor, y que hablar, cura.
Todos tenemos adentro esa solidaridad. En lo más hondo del corazón. Si te van quitando elementos, llegas al corazón desnudo, a donde el ser humano se entrega por el otro. Cuando la muerte golpea las chapas del fuselaje, las costras banales se desvanecen, y personas comunes son capaces de gestos extraordinarios.
Un desahogo insustituible que funcionó como elemento de contención fue el humor. Reír y hacer reír cuando sólo había motivos para llorar.
Lo que nos salvó fue la humildad. Ésta fue una historia de desgraciados, y en ese marco no había espacio para héroes ni lucimiento. Una materia que te enseñe cómo vivir para morir bien. Nadie quería morirse en un estado espiritual atormentado, y eso fomentaba la humildad, la camaradería y la fraternidad, para lograr acceder a un estado espiritual al que considerábamos ideal, por si esa noche o esa tarde te tocaba el turno de marcharte.
Por eso dormíamos abrazados: no sólo por el frío. Era para engañar a la soledad. La necesidad forma a una persona para siempre. Todo se inventó a partir de la nada, empezando por ese descubrimiento tan básico y tan imprescindible, que no hay mejor calor que el de los seres humanos, que un abrazo te salva la vida en mil circunstancias, pero te la salva todas las noches en una montaña a treinta grados bajo cero.
Pelear por la vida ignorando el resultado. Con esa afirmación y ese gesto comienza la historia de los Andes. El revólver lo tiene uno y las balas las tengo yo. No hay más revólver. Les dijimos a todos: no busquen el revólver porque no está disponible. No hay balas para matarse, porque acá la única opción es la vida. Lo único que nosotros tenemos para decir es que cada uno puede lograr lo mismo que nosotros si se propone remontar la cuesta y salir de su cordillera.
Procesarlo fue observarlo en perspectiva, no extirpándolo sino integrándolo a mi pasado, porque no puedes quitar algo que forma parte de ti, como el color de tus ojos o la expresión de tu sonrisa.
El tiempo es un buen cicatrizante.
Esta película tiene un peligro (a parte de la obsesión :) ): que te fascine la historia, pero te dé pereza tener que vivirla. Y eso nos puede pasar en nuestra propia historia: anhelamos poder compartir nuestra gran aventura, pero sin pagar el precio que tienen los grandes acontecimientos: salir de casa, buscarse la vida, fracasar, caerse, equivocarse, tener miedo, dudar, que las cosas no salgan bien, volver a empezar.
Queremos saltarnos todo eso para ir directos a la pantalla final de la partida y contar lo increíbles que fueron nuestras hazañas. Creo que las redes sociales nos han disociado y ya no vemos la vida desde nuestros ojos, sino desde una cámara imaginaria que nos enfoca en todo momento y nos pregunta qué le vamos a contar al mundo. Nos hemos convertido en los directores de un videoclip que tiene que quedar bonito, pero que no va a ser vivido. (Te lo pongo en cursiva porque esto no es mío, lo he leído en una de las reflexiones de Enric Sánchez, “Vivir para contarlo”).
Y otro peligro es que te pase al contrario, que tengas nostalgia por lo no vivido, la nostalgia del futuro: la que uno siente por las cosas que sabe que nunca hará o vivirá. Tenemos la capacidad de echar de menos un pasado en el que nunca estuvimos presentes.
Ya te dije que a mí LSDLN me zarandeó el día que la vi, y ahora después de leerme el libro. Le he dado muchas vueltas a esto de no vivir en piloto automático. Esa increíble capacidad de nuestro cerebro que nos permite “vivir” (entendiendo vivir como sobrevivir) y que a la vez nos hace perdernos la vida. Una especie de realidad virtual de nuestro cerebro que nos hace ir en modo simulación por la vida.
Me contó Pablo España en su NL que “un grupo de expertos de Harvard ha demostrado que del tiempo que pasamos despiertos, estamos una media del 46,9% en piloto automático, es decir, sin darnos cuenta de lo que está pasando. Esto quiere decir que, si vivimos 90 años, pasaremos 30 de ellos durmiendo y 30 de ellos en piloto automático. Sin darnos cuenta. 30 años. Sin generar memoria. 30 años. Como si no estuviéramos viviendo”.
Y el problema es que cuando puedes hacer algo suficientemente bueno estando en piloto automático, dejas de pensar en cómo hacerlo mejor. Dejas de prestar atención a los pequeños errores. Y lo único que consigues es reforzar un hábito, sin mejorarlo. ¿Qué ayuda en estos casos? La reflexión y la revisión de tus hábitos.
Oye, te dije que te iba a contar la teoría del salero. Pon atención, que es una historia real. Un tipo en USA. Se dedicaba a abrir restaurantes, pero se quejaba continuamente de que el personal no seguía sus instrucciones. Y un amigo le sugirió que probase con una cosa: vaciar una mesa y dejar solo un salero en el centro. El tipo de USA obedeció, pero su amigo recalcó: “En el centro exacto". El tipo corrigió ligeramente la ubicación. Y su amigo desplazó nuevamente el salero. El tipo lo corrió al centro. Y su amigo lo desplazó una vez más, obligando al tipo a reubicarlo. “De esto se trata tu trabajo", concluyó su amigo. "No puedes impedir que los empleados desplacen el salero, pero puedes recordarles, cada vez, dónde debe estar ubicado".
Este tipo aprendió así que un líder siempre tiene dos trabajos: organizar el negocio y recordar a sus subordinados dónde reside la excelencia. Eso pasó en la sociedad de la nieve: mantuvieron la esperanza de salir con vida insistiendo en los valores, prestando atención a los pequeños detalles y recordando permanentemente la excelencia al personal.
La teoría del salero nos recuerda que parte del trabajo como líder consiste en corregir constantemente a los demás. No se trata de enfadarse o frustrarse por los errores de los integrantes del equipo, sino de corregirlos una y otra vez, poniendo el salero en su lugar. Se trata de recordarles el estándar de excelencia fijado al inicio del proyecto. De apuntar una y otra vez a los valores prefijados y aceptados por todos. De crear un ambiente que señale lo que se espera del equipo y lo aliente a alcanzar los objetivos de calidad y a mantenerlos a lo largo del tiempo.
"La perfección no se puede alcanzar pero, si la perseguimos, es posible que alcancemos la excelencia". —Vince Lombardi—
Se nos hace ya tarde y tengo mil cosas más que contarte. También se aprende en LSDLN a racionar el alimento. Así que, como viene siendo ya frecuente en este NL, te dejo varios bonus track para tu mes de febrero:
Siempre digo que Spotify es mi máquina del tiempo. Pues resulta que el otro día descubrí que existen playlists de tu año de nacimiento: rewind and rediscover big songs of your birth year.
Si sigo con Spotify, te cuento que aunque no soy super mega fan de Camilo, me hizo gracia que hace mil meses me suscribí a su NL que él llama “TRIBU” y me avisa unos días antes que al resto del mundo de cosas que va a sacar. Pues el miércoles pasado viene Camilo a mi mail y me cuenta que está a punto de sacar un mini álbum de tres canciones al que ha llamado “un”, porque cuando estaban todos a punto de empezar a grabar, se miraron y contaron “un, dos, tres, cuatro” y arrancaron. Ese “un” que rompió el silencio fue como la palabra mágica para que todos los corazones se hicieran uno. Su canción de “PLIS” con Evaluna me motivó lo que quedaba de día.
Te dejo algo que leer sobre la mirada: es camino con su histórico acumulado, pero, sobre todo, la mirada es el resultado de cómo lo recorres, cómo lo pisas y cómo lo miras. Aprender es cambiar la mirada.
Y por último: una oda inspiradora al servicio. Muy relacionada con lo que se vivía en LSDLN:
“Sirve quien te hace sentir en casa. No sirve quien te pone incómodo.
Sirve quien tiene sentido del humor y se ríe de sí mismo.
Sirve quien suma, quien multiplica.
Sirve quien se entrega, quien estudia.
Sirve quien sabe dialogar.
Sirve quien pasa de página.
Sirve quien contagia optimismo.
Sirve quien dice las cosas a la cara, con cariño.
Sirve quien habla y piensa bien de los demás. No quien prejuzga o difama.
Sirve quien te exige.
Sirve quien entrena y se prepara.
Sirve quien abre horizontes, que anima a cosas grandes.
Sirve quien trabaja cansado. No sirve quien nunca se cansa.
Sirve quien sirve en lo pequeño de cada día, no sólo en los grandes momentos.
Sirve quien vale, vale quien sirve.
Sirve quien ama, ama quien sirve”.
(*Créditos: CM Moncloa. Gracias, chavales!)