Sí, no es una broma: estamos ya en junio. En mi familia junio es un mes de celebraciones, justo vengo ahora mismo de pre-celebrar el 96º cumpleaños de mi abuela: la lela. En mi casa somos de celebrarlo por adelantado, en el día, y a posteriori si hace falta. Si se puede, ¿por qué no?
A eso lo llamo yo perseguir el ritmo del disfrute. ¿Qué tengo que hacer para disfrutar cada vez más de lo que tengo? La respuesta parece ser siempre la misma: PARAR. PARAR Y ESTAR. Recuerdo que en Canarias disfrutaba conduciendo por la autopista con el mar todo el rato a mi lado. Pero si no paraba, no disfrutaba de la vista porque tenía que ir pendiente de la carretera. Sólo cuando PARABA en algún desvío, mirador o pueblo pesquero conseguía disfrutar de la panorámica.
Pero te digo esto con la misma firmeza con la que pienso en hacer deporte y también en meterme en la cama. Como cada jueves. Pienso en tomarme mi vida con calma y no dejo de apuntar cosas en mi iPad. Pienso en no perder el tiempo en las redes. Después miro al final del día mi “tiempo de uso” del móvil y creo que deberían pagarme un sueldo los de Meta porque, como mínimo, tengo un horario de media jornada con ellos si no me pongo freno. O entro en bucle en cualquier timeline infinito en el que alguien en la otra parte del mundo prepara un spa de lujo para su mascota. Súper práctico. No tengo mascota. Pienso en no leer mi mail cuando salgo por la puerta del trabajo. Pero lo leo y me meto en la cama con un diálogo mental que responde a conflictos absurdos. Pienso que no merece la pena el estrés y la tensión. Y luego me tomo todos esos conflictos como una batalla personal. Solucionar. Solucionar. Solucionar. Pienso que no debería sufrir por los personajes secundarios de mi vida. Y sufro. Pienso que es importante el primer pensamiento que tengo al despertarme. Y la mayoría de los días es qué voy a ponerme. Pienso en ser sincera. Y aquí estoy. Igual borro este párrafo y vuelvo a escribir otras líneas que me definan menos. Menos verdad. Buscar una cita de otros.
Sé que es junio también porque he hecho el cambio de armario. Me estaba asfixiando en Madrid. Quienes me conocen y me sufren sabrán que es una hazaña que no puedo hacer sola. Me mata. Si de mí dependiera iría todo el año con mi Uniqlo negro a modo lata de conservas sólo de la pereza mental que me da cambiar la ropa cada temporada y todo lo que eso conlleva.
Para empezar, el cambio climático siempre coincide con mi desorden personal, así que pongo primero toooooodo lo que tengo encima de mi cama, y si no cabe pues tiro cosas al suelo, o sobre alguna silla, etc. Lo que sea necesario para que pueda ver todo lo que tengo antes de empezar. Esa es la foto de mi máximo desorden. Pero un desorden productivo. Muchas veces ese desorden quiere decir riqueza más de lo que quiere decir basura. También hay una gran diferencia entre un desorden vivo y un desorden muerto. Si entras a mi habitación cualquier día del fin de semana verás un desorden feliz. Un desorden vivo. Es diferente a la foto de la dejadez. Ese es un desorden muerto. Un desorden sucio. En mi desorden vivo, todo va tomando rumbo hacia el orden.
Pues hace unas semanas se repitió lo de todos los años, le dije a una amiga que viniera a ayudarme con el cambio de armario. Me gusta hacerlo con amigas porque su respuesta siempre es: “probemos”. Porque no es ni un sí ni un no. Es más bien un: “nada es definitivo”.
La ternura siempre está escondida en las pequeñas cosas, como el esfuerzo que hace un amigo por ti. Gastar tu energía en que otra persona esté feliz es el mayor acto de amor que existe. A veces ordenando ropa y otras solo sentándose a escuchar.
Me gustaría que cuando mi amiga abriese mi armario lo tuviera todo muy ordenado. Cada cosa en su sitio. Que viera que puedo mantener a raya el caos interno. Pero la realidad es que, cuando lo abre, todo tiene un aspecto más desordenado, pero más auténtico. También hay que estar preparada para mostrar tu desorden. Creo que en la rectitud es donde habita la vulnerabilidad. Nadie es demasiado meticuloso cuando está relajado.
Me encanta cuando terminamos la hazaña. Y tengo en mi habitación, un nuevo horizonte. A veces, solo hay que hacer un cambio de armario para que cambie la perspectiva.
Y llegará en unos meses una ola de frío y volveré a llamar a una amiga para hacer más cambios. Y sé que escucharé de nuevo la palabra con la que deberíamos decidir cualquier duda que surja en la vida: “probemos”.
También es inigualable junio cuando llega el burnout, estar quemada (y no sólo por el sol) con alguna situación o circunstancia. Pero en realidad he traído esto a mi mente porque te dije el mes pasado que te hablaría de mi viaje a Roma y del cuidado… pues te hago un highlight de algo que me pareció muy sugerente mientras lo escuchaba, cómo prevenir el burnout o la fatiga del cuidado (las siguientes ideas están recogidas y desarrolladas en el libro de Isabel Sánchez, “Cuidarnos”):
Establecer una relación de cuidado implica a dos personas, que deben respetarse mutuamente, reconocer el valor de una y otra, y aprender a mantener en su justa medida, tanto la demanda como la oferta de cuidado.
Pero, a veces, pesa mucho la propia biografía, los desafíos que la vida nos ha ido poniendo y la imagen que construimos de nosotros mismos. Entonces, necesitamos que alguien de mucha confianza nos diga desde fuera cuál sería la posición correcta en la que nos tendríamos que colocar.
Encontrar la inversión correcta de tiempo y energías para mostrarse disponible. No es posible mantenerse en una condición de entrega al cien por cien, los siete días de la semana y las veinticuatro horas de cada día. Es preciso establecer periodos de suspensión del tiempo que se dedica a atender a otro y canalizar las fuerzas hacia algo diferente, empezando por las propias necesidades. Defender un mínimo de independencia y propia autonomía es respetarse a uno mismo y es indispensable para no alienar la propia identidad en el otro y para prodigar un cuidado duradero. Además, en la mayoría de los casos, es necesario repartir la responsabilidad del cuidado, permitiendo a otros agentes entrar también en juego, o delegar algunas tareas que pueden requerir preparación específica.
La híper demanda de cuidados, muchas veces innecesarios, o la falta de agradecimiento y reconocimiento por parte de quien es atendido pueden llevar a la anulación de la identidad del cuidador, que acaba «desviviéndose» equivocadamente por aquel a quien se da.
Una disponibilidad desmedida acaba haciendo creer al otro que es más necesitado o vulnerable de lo que realmente es. Precisamente porque se le respeta y se le quiere, porque se reconoce su valor, hay que ayudarle a tomar posición sobre su propia vida, sin dejarle cautivo de dependencias, afectos o conflictos. Saber establecer la justa cercanía, una distancia de seguridad que permite amortiguar las malas reacciones, las impaciencias o los fallos de ambas partes, sin que esas turbulencias impidan definitivamente el diálogo o la buena relación.
He dicho, en el subtítulo de este post, que junio es el mes del fin de mucho y del principio de algo: de viajes, por ejemplo. Próximamente volveré a Portugal y a Tenerife. Próximamente. Eso no quiere decir pasado mañana, pero oye, tú, ya juego con la ilusión que me hace.
Y hablando de viajes, dos cositas.
He leído a Álvaro González-Alorda que hay 3 claves que sólo descubres cuando viajas por dentro:
Tu capacidad de transformar depende de tu capacidad de inspirar.
Alguien te inspira cuando te mueve a cambiar tus hábitos.
No hay nada más inspirador que una persona que se esfuerza por mejorar.
Y la otra: hace unas semanas volví a coincidir con una amiga mexicana que conocí el verano de 2019 en México. Y ha sido muy padre verla y volver a recordar la conexión que tengo con ese país y su cultura. Fue un viajazo. Te descubro algunas mexi-cosas que necesito que conozcas:
Un historión de un secuestro que -spoiler- sale bien (video o libro). Pude estar en casa de Bosco y Gaby en aquel viaje, te aseguro que fue inspirador aquél encuentro.
Te adelanto algo que me ha servido en situaciones complicadas desde que lo leí. Sus ocho mandamientos, así los llama, los tuvo presentes todos los días del secuestro. Los colgó en la pared, y los meditó a diario tratando de ordenar su pensamiento y de poner límite a su imaginación:
TODO SALDRÁ BIEN. MANTÉN LA CALMA. ¡PIENSA!
1) En primer lugar, como hijo de Dios, repítete a ti mismo que quien dispone y permite todo es Dios; siempre permite que sea lo que más convenga. Y ten el valor de mantener tu palabra de cristiano y de amar la voluntad de Dios como venga.
ÉL SABE MÁS QUE TÚ, y quiere lo mejor para ti. No le discutas.
2) No puedes hacer nada más que esperar pacientemente. Durará lo que Dios permita.
3) Si sigues angustiándote, preocupándote y dándole vueltas a la historia, sólo perjudicarás tu salud y saldrás hecho un neurasténico, con sobredosis de calmantes. No ayudarás en nada.
4) Aprovecha para rezar mucho, hacer actos de desagravio. Métete en las Escrituras, practica la mortificación y el abandono, pide por tu familia, por Gaby, por tus hijos, papá y hermanos, pero con visión sobrenatural.
5) Llénate de fe y esperanza, pues cada día que pasa es un día menos.
6) Saca propósitos prácticos para ser mejor a tu regreso, en todos los ambientes: trabajo, familia, medio social y religioso.
7) Sé optimista, destierra los pensamientos negativos.
8) Que renazca a diario un nuevo propósito de volver a empezar y no te desesperes, piensa en cuánta gente sufre mucho más que tú en este momento. ¡Calma, calma!
¡Acuérdate y da gracias por tanta gente que está rezando por ti!
Señor, que se haga tu voluntad y no la mía. Tú sabes lo que nos conviene.
Yo no entiendo nada; mi perspectiva es muy limitada.
No sé para qué me quieres aquí más tiempo, pero sé que si Tú lo permites, es para bien. Y siendo así, aquí me tienes al pie del cañón.
¿Quieres otro día aquí? ¡Nos lo echamos! ¿Otro? ¡Pues otro! Y así la vamos llevando juntos.”
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Bueno, que sepas que te cuento estas cosas porque identificar aquello que nos define es, de alguna forma, encontrar nuestro lugar en el mundo. ¿Por qué nos gusta lo que nos gusta? Pues ni idea, pero forma parte de nosotros y de nuestra forma de ver la vida.
Leo Fleet Street, una newsletter sobre periodismo, el sector de los medios de comunicación, las tendencias y el futuro de la profesión con lecturas estimulantes, reflexiones chispeantes, datos, salseos y algún que otro meme. Pues hace tiempo Mar Manrique hizo un recopilatorio de los mejores consejos periodísticos. Aquí van algunas de las respuestas, que valen para cualquiera:
“Mi jefa tenía un lema: búscate la vida (BLV). Lo teníamos hasta impreso y colgado en la pared. Parece un consejo duro e incluso borde, pero me ayudó a ser más independiente y a siempre tratar de presentar una solución cuando encontraba un problema”.
“Mi primer día en la tele, hace ya 22 años: ‘Sonríe cuando estés delante de la cámara. Llegarás mejor al espectador’”.
“Escribe frases más cortas y no uses tantos gerundios (sigo intentando hacerle caso)”.
“Llega siempre 20 minutos antes a los sitios para que te dé tiempo a hacer una radiografía del lugar y las personas, y poder localizar la salida de emergencia”.
“Intenta mejorar, pero no te preocupes por los fallos. Para bien o para mal, sale una edición cada día”.
‘Wikipedia es el mejor sitio donde empezar una búsqueda y el peor donde acabarla’.”
“Siempre es preferible mostrar algo que contarlo.
‘Quédate con el fotograma, pero no te olvides de ver toda la película’. No es ninguna novedad, pero sí que vale la pena poner las cosas en perspectiva y saber que, después de todo, dentro de un par de días (a veces, horas) nadie recordará tu aporte. Y que también hay que describir el escenario entero, no solo la escena que te ha cautivado”.
“Joven, aléjate del teléfono. Preséntate en persona. Por muy inconveniente que sea, reúnete siempre cara a cara”.
Dan igual los motivos para ejercer el silencio. No solo hay que saber prender la máquina, también cuándo y cómo apagarla. Ojalá, en esto también, los más jóvenes lo hagan mejor”.
Mi consejo está más ligado al ritmo de las cosas. Me lo decían mis padres: “No corras”, pero no les hacía caso. En el momento en el que la vida y el trabajo se convierten en un juego de la oca –lanzo el dado, avanzo, lanzo el dado, avanzo– cuesta más sentirse creativa o trabajar con el activo más importante que tenemos, el tiempo. Tal vez se resume en algo tan simple como salir a dar una vuelta y respirar entre proyecto y proyecto.
Oye, te iba a contar cómo la tecnología llegó a mi vida y a mi casa, pero me voy a pasar de nuestros 10 minutos de lectura, así que lo dejo para el mes que viene, me lo apunto.
Siento que en este post te he dado ya varios bonus track, pero déjame lanzarte tres joyas que han arrancado en junio (a parte de la 15ª Champions del Real Madrid, claro):
Taylor Swift llegó a Madrid para quedarse en mi Spotify. Reconozco que soy muy vulnerable al marketing y la buena publicidad. He pasado de ser negacionista de Taylor a ser una swiftie de su álbum RED, te pone de buen humor.
Se están estrenando cada viernes dos capítulos de la temporada 4 de The Chosen. Te aviso: empieza fuerte.
Llevo trabajando muy de cerca durante dos años este proyecto: Youth. Me hacía ilusión decírtelo y leer tus sugerencias.